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miércoles, 9 de abril de 2008

Pobres pero teatrales

Estoy escribiendo sobre los años 50 en el teatro latinoamericano. Los invito a darme datos e ideas. Escojo un fragmento para motivarlos...

En los años 50 comienza a perfilarse un giro sin precedentes en el teatro latinoamericano. Autores y directores del teatro experimental investigan las tradiciones escénicas populares tratando de derivar de ellas estrategias para una política cultural democratizadora. Algunos quieren sacar al teatro de las salas y de las visiones de clase media. Algunos quieren que el teatro experimental viva el compromiso con lo popular no solo en el nivel de los temas sino en el plano de las estrategias performativas. Este camino incluye adaptar al teatro culto tradiciones y nociones que vienen de la teatralidad popular pero, también, crear en conexión con ellas nuevas dramaturgias y modos de producción políticamente combativos.

Una parte del teatro experimental en los años 50 comienza a vislumbrar el debate crítico no solo en el plano discursivo sino en el más específico de actuaciones radicales del cuerpo social.

Un buen ejemplo de esta vertiente popular-experimental que está naciendo es el Auto da compadecida, del dramaturgo y director brasileño Ariano Suassuna. Estrenado en 1956 en Recife, con este proyecto Suassuna intentó, según él mismo ha dicho, “fazer uma arte popular total, fundamentada na tradição e na dramaturgia do Nordeste”. De Recife el Auto viaja a Rio de Janeiro, y allí se consagra. El texto, lleno de gracia y agudeza crítica, reúne dos estructuras tradicionales: el auto medieval surgido como estrategia de la Iglesia católica para volver a darle cuerpo a la fe popular, y la literatura de cordel, la épica trashumante del nordeste brasileño.

El Auto... se presenta como teatro dentro del teatro visto desde el picadero de un circo. El personaje del Payaso, narrador y voz del autor, sirve de enlace entre el público y la representación. La acción transcurre en un pueblito del sertón donde el personaje principal, Joao Grilo, encarna la figura mítica del “amarillito” del nordeste: hombre esmirriado y pobre (amarillito por el paludismo), pero astuto y valiente, que cree en la protección de la virgen y burla con sus artimañas a los poderosos. Hay amores, casamiento de su amigo Chicó con la bella Rosita, y enredos con comerciantes y propietarios ricos, un cura, un sacristán y un obispo, cangaceiros justicieros y diablos negros vestidos de vaqueros. Además, Jesucristo y la Virgen María.

De una en otra, Joao logra organizar exitosamente los funerales en latín de un perro muerto para conseguirse unos cruzeiros; pero finalmente muere, junto con los otros personajes de la obra y todos comparecen ante Manuel, el Cristo negro que preside el Juicio Final en el picadero del circo. Durante la pormenorizada discusión de cada caso, la Virgen Compadecida va poniendo su nota de piedad y, finalmente, todos reciben una nueva oportunidad. Joao regresa a la vida.

Suassuna ha señalado el vínculo del Auto... “con la tradición nordestina de espectáculos como el Bumba-meu-Boi y el Mamulengo”. La acción, dividida en episodios, está condimentada con música. Funciona con efectos impecables de comicidad y no desperdicia momento para trasmitir con la palabra y el juego escénico la censura llena de ingenio contra los poderosos y la iglesia, que aquí representa la codicia y la corrupción en contraste con la fe popular. Según el crítico Sábato Magaldi el Auto da compadecida es "o texto mais popular do moderno teatro brasileiro". En su brillante carrera ha sido montado por grupos de todo el país, llevado como serial a la televisión y recreado en tres versiones cinematográficas (la última de 2000).

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