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viernes, 11 de febrero de 2011

FORMAS DE HABLAR EN EL LABERINTO



Monólogo de UNA MUJER. En un acto, un cuadro. Con intervenciones menores de una BANDITA DE ANCIANOS borrachos, de un MUCHACHO que apenas habla y que se mueve nerviosamente por entre las mesas, de un HOMBRE que no hace nada, y que interviene cuando todo va a acabar y la magistral intervención del MATARIFE, reconviniendo al atento lector sobre las cualidades teatrales de este texto. La acción en UN CAFÉ.

Es El café o Los indocumentados, del dramaturgo chileno Juan Claudio Burgos, estrenada en 2000.

Afuera llueve. El agua cae con distintas intensidades. Se suspende. Se reanuda. Diluvio.
Adentro es un café. Café en una ciudad en guerra. Café en Santiago de Chile, en París o en Florencia. Cafecito alemán.
La Mujer, que es una puta o una revolucionaria o la hija de Jorge Luis Borges habla todo el tiempo. La interrumpe el Matarife, que organiza el espectáculo y hace un análisis literario.
La Mujer que monologa se dirige a un Hombre que no responde nunca, salvo al final.
Y una banda de ancianos toca música de tango en el café. Con distintas intensidades. A veces entra un trozo de ranchera o una secuencia de blues. Siempre vuelven al tango.
Y el Matarife, también encargado del análisis literario, narra un disturbio que está ocurriendo afuera, en la ciudad bajo la lluvia:
Son chicos que se pelean como perros.
Como patas de perros.
Se pelean a mordiscos.
Los ve.
Los ve.
Se pelean los guiñapos de carne.
Están acostumbrados.

Entonces la Mujer le pide al Hombre que salve a los niños moribundos de la calle; pero el Hombre no hace nada para cambiar "el estado de las cosas".
Usted no es un apóstol.
Nos ha engañado todo el tiempo.

[…] La mujer ya no lo mira. Ha rechazado colaborar. No puede seguir conversando con un hombre que no es capaz de salvar niños. Llueve. Llueve ahora más fuerte. La calamina grita fuerte. El ruido no impide que la mujer insulte al hombre. Los insultos rompen la lluvia.

El café, claro, es la metonimia de un universo confuso y sin salida, como un laberinto. El texto nos introduce en una experiencia laberíntica, donde aparecen diseminados algunos puntos de turbulencia indescifrable. Son puntos de energía causará ruptura. Directores y lectores quedan en libertad de explorar en esa zona de quiebre. Pueden leerla y buscar algún sentido o continuidad. También pueden navegar en la no-estructura, en el sin historia de un acontecimiento.
 Los dispositivos más visibles de la escritura podrían ser tres: la enunciación de un monólogo casi perenne que insinúa historias y que no cesa de variar sus ritmos y estrategias; el segundo, la exhibición de episodios muy enmarcados de teatralidad que son como "números" relativamente autónomos; el tercero es el comentario que la escritura hace sobre sí y sobre los géneros que ella ha convocado (la poética del tango, el esquema rítmico de un blues, etc.).

LAS HISTORIAS
El lector o espectador puede seguir retazos de historias. Son señuelos. pero cada uno tienen su verdad, ayudan a organizar la recepción, aunque no conducen a la salida del laberinto.
La Mujer dice ser la madre de los chiquillos que se pelean afuera bajo la lluvia. Sigamos algunos de estos retazos:
MUJER: Hace días que no veo el cielo, señor.
HACE TRES AÑOS QUE NO VEO CIELO.
HACE MIL DÍAS QUE NO VEO CIELO.
TACHONADO DE JOQUERJANTER.
EL PALACIO BOMBARDEADO.
PURO COLOR METAL DE AVIÓN EN EL CIELO.

Este fogonazo de historia trágica chilena reaparece, regresa una y otra vez.  Otra es la historia sentimental de la mujer que habla.
En las experiencias laberínticas los sujetos no saben qué voz oír ni qué camino lleva afuera. Los laberintos son metonimia de una condición humana azarosa, donde se ha suspendido la causalidad. Sin hilo de Ariadna, la experiencia será de caos. Quedan suspendidos los códigos de identidad, de verdad y de estructura.
En este estudio sólo queremos apuntar suscintamente:
- la estrategia textual que hace oscilar microsistemas lingüísticos para acercarlos-alejarlos de significado y comunicación.
- la operación textual con simulacros, con sistemas simbólicos muy estabilizados que dominan imaginarios y cómo estos pueden aparecer colocados entre que se juegan en un campo doble de verdad-distorsión.
- luego un texto puede inscribir un dispositivo de acontecimiento, es decir, abrir otro tiempo y otro espacio donde lo que sucede está fuera de la causalidad y fuera de la historia.
Los shows que presenta el Matarife son teatralizaciones monumentales, que exhiben sus simulacros:
[…] Se descorre el tupido velo. Se abren los cielos. Trompetas y coros celestes anuncian su llegada. El matarife afila su cuchillo.

Antes de iniciar su "número", el Matarife-degüella-niños explica detalladamente la técnica que se va a aplicar. En el asesinato no hay retórica:
AQUÍ NO APARECEN ZARZAS ARDIENDO, NI CORDEROS TÍMIDOS ENTREMEDIO DE LOS MONTES.
SE PUEDE MATAR TRANQUILO.
SIN ESCUCHAR VOCES DEL CIELO,
NI NUBES QUE SE ABREN,  NI VOCES QUE CAEN.
Ahora el acto efectivo tiene lugar:
Se abren las cortinas bermejas, del retablo bermejo. Aparecen carnes colgadas en ganchos. Entra un muchacho, de la calle, desde donde hace unos minutos llovía. El matarife deslonja al muchacho. El muchacho no chilla. El muchacho es sólo un becerro. La mujer calla. Sólo bebe café. El hombre no dice ni hace nada.

Se acerca mi punto de acontecimiento. ¿O ha ocurrido ya? El hábil escritor-Matarife evade las tendencias lineales que lo estropearían todo y ofrece su texto para que el espectador lo analice:
Introduzco el recitado.
Le muestro un trozo pequeño.
No soy un experto.
El nervio de la escena.
Todo anotado.
Lo puede revisar.
Si algo ofende lo puede borrar.
No tenga compasión.
No sufro.
Cuando me cortan una palabra, no sufro.

De inmediato:
El matarife baila con el muchacho. La orquesta de los ancianos acompaña con un pianísimo las evoluciones del baile. Interpretan a borges, un tango de borges.

MATARIFE:
Lo hago bien, no cree?
Lo de las golondrinas y lo de la dulce fragancia y lo demás?
Es mejor.
Escucha cómo se va desarrollando la historia.
Y se agrega y sigue y sigue,  es el mismo cuento siempre. La misma historia triste.
El pasaje triste.
Un metaforón que no se aguanta.

¿Esto es un asesinato o un tango? La orquesta toca "con arrebato".
La Mujer releva al Matarife en el análisis textual:
[…] Gardel canta para tenderse a llorar.
Lo de las madreselvas y todo ese asunto es demasiado triste.
Hay que tenderse a llorar.
Le molesta que mis lágrimas le mojen su traje.
Su solapa.
Su clavel en la solapa.
Esa música daña.
Hoy ya no se puede llorar con un tango como antes.
Es demasiado hablar con usted y tener esa música de fondo.

"Esa música daña" dice la mujer.
El salón se llena totalmente de humo de cigarro.
Sólo sigue el recitado el soldado carnicero, con el muchacho bailando en medio de la pista.
 Las cortinas se cierran muy lento, como en un teatrito de marionetas. El espectáculo desaparece. La sangre de neón desaparece. Los ancianos duermen sobre sus bandoneones, violines, pianos y panderetas

¿En qué lugar estamos, en verdad?
MUJER:
Creo que sueño esto que me pasa.

EL LUGAR DIFÍCIL DE LA REFERENCIALIDAD

No es sueño, verdad?
La vida aquí no es sueño, verdad?

Este texto busca producir realidad sin mediaciones mientras muestra con cuánta dificultad lo real se abre paso a través de una referencialidad espesa y sus simulaciones.

En este plano su estrategia es la autorreferencialidad, insertar metatextos, secuencias de metateatro o de análisis textual.

Las secuencias de metateatro son números espectaculares que exhiben su retórica efectista… hasta que irrumpe en ellos cuerpo real sangrante o deseante que por un instante se impone sobre cualquier retórica.

Entrada monumental del matarife. Se descorre el tupido velo. Se abren los cielos. Trompetas y coros celestes anuncian su llegada.

El Matarife afila su cuchillo. Advierte que el espectáculo transcurrirá desnudo sin ampulosidad retórica. Pero enseguida las enumera. Al nombrarlas, las hace gravitar sobre la experiencia.

AQUÍ NO APARECEN ZARZAS ARDIENDO, NI CORDEROS TÍMIDOS ENTREMEDIO DE LOS MONTES.
SE PUEDE MATAR TRANQUILO.
SIN ESCUCHAR VOCES DEL CIELO,
NI NUBES QUE SE ABREN,  NI VOCES QUE CAEN.
NADA.
AQUÍ NO HAY JUANAS PARA LLEVAR A LA HOGUERA.
NADA, SEÑOR.

Se abren las cortinas bermejas, del retablo bermejo.

En el marco del retablo rojo entra un muchacho de la calle. El matarife deslonja al muchacho. El muchacho no chilla. El muchacho es sólo un becerro.

¿Ha ocurrido un simulacro o un asesinato?

Acto seguido, el Matarife somete a nuestra consideración el texto de su tango o de su texto teatral:

Le muestro un trozo pequeño.
No soy un experto.
El nervio de la escena.
Todo anotado.
Lo puede revisar.
Si algo ofende lo puede borrar.
No tenga compasión.
No sufro.
Cuando me cortan una palabra, no sufro.


El matarife baila con el muchacho. La orquesta de los ancianos acompaña con un pianísimo las evoluciones del baile. Interpretan a borges, un tango de borges.

El Matarife continúa describiéndonos el texto:

Escucha cómo se va desarrollando la historia.
Y se agrega y sigue y sigue,  es el mismo cuento siempre.
La misma historia triste.
El pasaje triste.
Un metaforón que no se aguanta.

La Mujer colabora se sumerge en la tristeza del tango y hace un aporte al análisis:

Lo de las madreselvas y todo ese asunto es demasiado triste.
Es demasiado hablar con usted y tener esa música de fondo.

La música se suspende. Sólo sigue el recitado el soldado carnicero, con el muchacho bailando en medio de la pista.

Las cortinas se cierran muy lento, como en un teatrito de marionetas.

Más adelante aparece el Matarife entremedio de las cortinas bermejas del teatrito de títeres. Cuando parece que un nuevo show va a iniciarse…

La cortina se descorre. Todo se descorre. Están bajo la lluvia. Llueve copiosamente. Y la mujer empapada sigue hablando.

Cuerpo y espacio expuestos bajo la lluvia. Lo real se ha impuesto.

Al instante siguiente la mujer analizará la performance del hombre que interpreta a Gardel.

Empiezan los violines./Muy bajos los violines./Luego viene la voz muy suave…
No será un exceso?
Es un exceso tanta tristeza junta.
No cree?
No cree?

En este tango que escuchamos Gardel tuvo la premonición de su trágica muerte, dice la mujer: "De ahí el tema de mi buenos aires querido cuando yo te vuelva a ver."


En su última exploración sobre la forma de este texto teatral el Matarife examina el monólogo de la Mujer a la luz de la verosimilitud:

Una mujer en sus cabales no habla como lo está haciendo esta mujer. […]La mujer no deja espacio en su monólogo para que nadie le pregunte nada. Afirma. Pregunta y se responde sola. Maneja bien el diálogo. Se mueve con soltura en la frase corta. […]  La mujer tiene oídos solo para lo que dice. Tiene ojos sólo para las imágenes que van saliendo de su boca.[…] La mujer lee que la historia se desarrolla en florencia. Introduce el subtema de un modo imperceptible en el monólogo.

Para el final se nos reserva un momento de verosimilitud. Por primera vez el Hombre habla. El Hombre y la Mujer conversan:

Hombre:
Elena?
Yo me llamo ramiro.

MUJER:
Ramiro?
[…]

HOMBRE:
Elena,
Usted es una mujer decente.
Entiende lo que digo.
Llevo horas hablando con usted.

Una breve secuencia de diálogo naturalista y arquetípico. Parece una telenovela.

La Mujer rompe el canon de la conversación sensible:

Quiero acostarme con usted.
Es poco decente proponerlo de este modo.
Cómo quiere que se lo diga.
No puedo adornar las palabras.

Ahora que el Hombre al fin le habla la Mujer le reprocha su forma de hablar:

Habla con frases hechas.
Le gusta hablar con frases hechas.
Me parece repugnante.
Repugnante.
Usted es un hombre repugnante.

Lo echa del café.

En el último metatexto el Matarife le reprocha al Hombre (¿o al dramaturgo?) el número con el muchacho en el teatrito de cortinas bermejas. No es verosímil. El autor se defiende:
PERO NO.
USTED ME PREGUNTA POR EL DIÁLOGO.
ME DICE QUE LO MÍO NO ES TEATRO.
QUE MI NÚMERO ES UNA FALTA DE RESPETO AL ANCESTRAL ARTE DE LA REPRESENTACIÓN.
[…]
PERO NO, SEÑOR.
QUIEN LE DIJO A USTED QUE AQUÍ LA GENTE CONVERSA.
ESTO NO EXISTE.
ESTO ES FICCIÓN.

La mujer entona a Gardel. Presumo su voz prodigiosa.

El autor declara:

BORGES ESTÁ EN MEDIO DEL RELATO. BORGES CUMPLE CIEN AÑOS, MIENTRAS DA LA MANO AL DICTADOR Y ESCRIBE EL CUENTO DEL LABERINTO.